No está en primera línea de mar pero huele a salitre y todo en ella evidencia que los veranos aquí deben ser inolvidables. “Así es, desde luego –explica su propietaria, la decoradora Elena Jiménez–, pero con el tiempo decidimos que valía la pena condicionar la casa para vivirla no solo en verano sino también en invierno”. Hace muchos años que Elena disfruta de esta vivienda situada en la planta baja de un tradicional edificio de pescadores: “Cuando la encontramos, cambiamos lo básico para que nos resultara agradable”. Hoy, cuando las necesidades familiares han cambiado, ha llegado el momento de tirar tabiques, crear espacios diáfanos, conectar el interior con el exterior y, en definitiva, convertirla en una casa atemporal donde recibir amigos. “Sigue habiendo espacio para muchos invitados que vienen a disfrutar de la playa y, en cambio, hemos ganado en luz y comodidad”.
Una de las claves es la zona chill out junto a la chimenea. “Era una pared enorme de nueve metros de largo, así que pensé en crear un rincón polivalente para relajarnos durante el día y que pudiera transformarse en dormitorio durante la noche”, explica Elena. La cocina, el salón y el comedor son ahora un solo ambiente y la casa goza del mismo estilo austero, sereno y relajante.
“El verdadero lujo –comenta Elena– ha sido conseguir que transmita tanta paz”. El color blanco lo unifica todo y la ausencia de cuadros en las paredes predispone precisamente a eso, a no dejarse llevar por otros estímulos, y “relajarse de verdad”. El célebre “menos es más” es la clave de la decoración, en este caso con cierto aire provenzal. “La mayoría de los muebles son del sur de Francia, de talleres de artesanos o de los mercados de Îlse-sur-la-Sorgue. Me encantan su estilo ligero y con sabor antiguo al mismo tiempo”, va señalando Elena. Son todas ellas piezas recicladas, blancas y envejecidas, al igual que las persianas de doble hoja del exterior que son las originales y tienen ese sabor antiguo.
“Queríamos conservar ese espíritu de casita fresca”. A ello contribuye tambien el pequeño patio, que mantiene su carácter mediterráneo “gracias a las plantas autóctonas, que voy cortando en ramas con las que decoro el comedor, el recibidor...”. Según la época del año, comer, cenar o desayunar al aire libre es un auténtico placer. “Solo es el lujo de lo sencillo”, resume Elena con una sonrisa.
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