“Fue verlo y quererlo. Este dúplex tenía todo lo que soñábamos: techos de madera, parquet, una chimenea, mucha luz... ¡Y un color de paredes horrible! Era un amarillo mostaza muy feo. ¡Parecía que las paredes se te caían encima! Fue lo único que cambiamos", nos cuenta Victoria Villa, de Puigcerdà.
Buscando la luz del blanco
Elegimos este blanco cremoso, que da amplitud y claridad y aligera el peso de la madera. De hecho, las telas y muebles van en esta misma línea: texturas naturales y tonos suaves, maderas decapadas... Mira las sillas del comedor. Donde las ves, antes eran oscuras. Las trajimos en coche desde Trujillo. ¡Una locura! Aún no sé ni cómo cupieron... Una vez en casa, las decapamos. Sí, nosotros mismos. Me encanta hacer manualidades. ¿Ves las cortinas? Las he hecho yo, así como el cabecero de la habitación de invitados o el cuadro del reno sobre la chimenea".
Una cocina pequeña pero perfecta
"Otra de mis aficiones es cocinar. Aunque la cocina no es muy grande, es super práctica, tiene todo lo necesario y a mano. Al estar abierta al salón y al comedor la conexión entre los tres espacios más vividos de la casa es mucho más fluida. Además, tiene salida a la terraza. En verano, desayunar con vistas a las montañas es un lujo. Y en invierno disfrutamos del paisaje nevado desde el salón. Nos gusta mucho recibir en casa, por eso era muy importante tener una completa y confortable zona de tertulia. Las veladas con los amigos alrededor del fuego se alargan hasta las tantas... Suerte de la habitación de invitados; pocas veces está vacía.
Llevamos tres años aquí y estamos encantados. Joan es de Valencia y yo de Barcelona, pero nos conocimos en Puigcerdà. Por aquel entonces trabajábamos como monitores de esquí. Ya ves, aquí nos conocimos y aquí nos hemos quedado".