Sí, "oscura y anticuada". Así describe al menos la interiorista Marta Prats la impresión que tuvo al abrir las puertas de esta vivienda. ¿Cómo llegamos de un punto a otro? Con el trabajo, en gran parte, de Marta. El objetivo que se le planteó: conseguir un espacio ligero, pero personal. Y, cuidado, sin obras.
Porque lo mejor de todo es que aquí no hubo que tirar tabiques. Solo pintar, cambiar el suelo y decorar con piezas que suman en vez de restar. Parece sencillísimo, pero cierto es que hace falta una pequeña llave maestra para dar con una imagen que resulte más amplia, clara y actual, como la casa que ahora vemos.
“Era necesario actualizarla, darle luz y, sobre todo, alegría”, recuerda la interiorista. Eso implicaba actuar sobre los revestimientos, pero también sobre la decoración.
Una de esas llaves maestras para conseguir el objetivo fueron los colores empleados, un básico que no suele fallar. El blanco, que se aplicó tanto en paredes como en techo para crear una caja lo más ligera y amplia posible, dio una buena dosis de luz a esta vivienda, repartida en una planta baja de 65 metros y otra primera de 30 metros, donde, todo hay que decirlo, uno de sus pluses es precisamente contar con un jardín y una terraza. Había que aprovechar la luz y el verdor que entraba por las ventanas, abrirse hacia ellas. Especialmente mesas, sillas, y lámparas, así como las alfombras de tejidos naturales, ejercen de conectores entre interior y exterior: la naturalidad como asunto primordial.
Se cambió el parquet anaranjado de haya por un sintético claro de tono grisáceo, que suma luminosidad dando un toque personal, igual que las piezas elegidas para decorar el espacio: algunas nuevas –como la alacena, capaz pero ligera con su madera clara y las puertas acristaladas– y otras recuperadas como la mesa de centro, a la que la interiorista dio actualidad cambiando el tablero de cristal por uno de madera decapada en blanco.
“En la terraza también se aprovecharon unos palés para convertirlos en una mesa con ruedas y en unos sofás con telas resistentes a la intemperie”. Las telas, de hecho, tienen mucho que decir en el estilo de esta casa: naturales y de colores frescos, visten desde el exterior hasta los cabeceros de los dormitorios, decorando las habitaciones sin necesidad de llenarlas de muebles. Así, el hermoso exterior entró... y la casa se iluminó (y ganó).