Tiene las dimensiones ideales para pasar las vacaciones en familia. El arquitecto Augusto Lemonier proyectó esta casa de la Costa Brava a la medida de sus propietarios, una pareja con tres niños, diseñando unos interiores prácticos y cómodos que hacen la vida muy fácil en verano, y un exterior con patio, porche y un pequeño jardín que hace las delicias de los pequeños de la casa.
Lo tiene todo, pero a pequeña escala. Con dos plantas de unos 69 m2 cada una y equipada con un mobiliario a medida que les saca el máximo partido, es una lección maestra de cómo vivir a lo grande en un espacio pequeño. El uso de los mismos materiales y colores en toda la vivienda potencia también la sensación de amplitud.
El verde vibrante del jardín que la rodea gradúa discretamente su tonalidad para teñir, ya dentro, suelos, paredes y puertas. “Los propietarios querían una decoración fresca y funcional, que aprovechara al máximo cada metro y que se integrara bien en el entorno”, explica la interiorista, Gaby Conde. “La pintura de la pared me ha servido también como recurso para delimitar el comedor, con la zona superior pintada de blanco”, añade Gaby. Un truco perfecto porque, en la planta baja, el salón, el comedor y la cocina conviven dentro de un espacio diáfano y sin divisiones.
En el salón, una librería de obra, diseñada a medida de suelo a techo, integra el televisor y la chimenea en el módulo central y cuenta con dos estanterías gemelas a ambos lados, perfectas para organizar libros, revistas y objetos decorativos. El mismo concepto –muebles de obra sin puertas– se ha utilizado para equipar la cocina, aunque aquí se ha optado por no instalar muebles altos para no recargar el espacio. Una original y ligera isla de trabajo con ruedas, estructura metálica y baldas de madera sirve para guardar la vajilla de diario.
En la segunda planta de la casa, pavimentada con el mismo cemento pulido que la planta baja y donde el juego cromático “verdiblanco” es también protagonista, encontramos los dormitorios. La pared del principal se ha pintado como la del comedor, y las habitaciones infantiles se han pensado al milímetro. “En la de los chicos pusimos dos camas en línea sobre una tarima a medida con cajones inferiores, porque no había espacio para armarios. La de la niña la solucionamos con una estructura de madera en una de las paredes que integra una mesilla y una cama-nido”.