Se acabó. Michelle Obama ya no es la First Lady y habrá que ver cómo vivimos la vida sin ella, en una nueva era post Michelle. Después de ocho años en la Casa Blanca, donde por mucho que quieras tampoco vas a darle la vuelta completamente al estilo decorativo, ¿adónde va uno? ¿Qué busca? Lo más normal es que una casa grande y con posibilidades, sobre todo si tus hijos han crecido, como han hecho Sasha y Malia, son ya todas unas adolescentes y, por más que hayas sido una de las mujeres más poderosas del mundo, te piden que no invadas “su espacio”. En este caso, nos da igual que fueran durante ocho años el equivalente a “las Infantas de América”. Seguro que le ponen pestillo a su madre. Aunque Michelle me da a mí que es más de hacer como una tía mía: “Vale, no entro a tu cuarto, pero con todas las consecuencias. Yo no entro, pero lo limpias y lo ordenas tú. No entrar es no entrar”. Yeah!
Me he ido un poco, perdón, pero es que me encanta imaginar cómo puede ser la nueva vida de los Obama en esta gran casa en Washington que, según la prensa norteamericana, es su nuevo hogar. Los ex de la Casa Blanca se han mudado a una casa grande, por supuesto de categoría, que diría otra tía mía, pero sin pretensiones (puede que por eso la hayan elegido, no son muy ostentosos). Suponemos que Michelle hará sus cambios, e irá dándole los toques de su personalidad, pero, antes, me gustaría sugerirle qué cosas dejar, ¡o quitar!, de la casa:
La cocina en blanco (y con su juego de contraste con el negro en la puerta o la mesa, ojo), con muebles de corte clásico, casi campestre, y su office deberían quedarse tal cual. Veo en esta cocina además un gran acierto, ¡una barra para trabajo o apuntes rápidos! Junto al teléfono, es perfecta para esos días en que desayunas con prisas, pero vas al trabajo (o las chicas, a estudiar) y necesitas llevar ideas frescas, anotar tus listas de prioridades/ tareas para la jornada. ¡O quieres consultar las recetas de José Andrés (el chef español que triunfa en América) mientras cocinas! Ahí en esa barra, tu tablet no se llena de grasa.
Si yo fuera Michelle, no quitaría el suelo de madera. Lo dejaría así, integrando la cocina al resto de la casa, y, ya que tiene espacio, mantendría la variedad de mesa y barra para comer o cenar o desayunar, ¡es un espacio versátil y ultracómodo! Lo que llaman vivido, pero de verdad. Lo que sí quitaría volando (no lo querría ver ni un segundo más) es el cuadro de la vaca. ¡Qué cosa tan fea! Me daña la vista. Y que me perdonen los animalistas.
La sala de estar, la principal, la de la chimenea, la mantendría con algunos cambios. Las cortinas las tiraría a la basura, junto con el cuadro de la vaca. Ya no se lleva ese estampado. Y los apliques isabelinos sobre la chimenea o como se llamen se los regalaría a mi tía abuela. Pero sí me gusta el concepto de un estar, con varias zonas de descanso, conversación o lectura. Los sofás son bonitos, atemporales, parecen agradables, y la butaca también. Y este año son tendencia las plantas (o el adorno que queramos) en pedestales, así como las alfombras de tejidos naturales. Y los tonos son bastante neutros, invitan al descanso, ¡que será lo que necesiten los Obama tras ocho años en la Casa Blanca! Si yo fuera Michelle, además sería un pelín (sólo un pelín) atrevida, y pintaría la chimenea con un rosita claro. Daría personalidad a la sala. Hay unas pinturas magníficas ahora para ese tipo de cosas.
Del comedor me gusta que tenga paredes blancas, porque gana luz, y además esta sala es exterior, pero me parece que después de la fatiga que se debe de sentir después de liderar el mundo libre durante casi una década, ahora esta familia se merece un puntito de hygge. (Si Michele aún no sabe lo que es, puede verlo en el vídeo ¿Qué es el hygge?) ¿Cómo lo pueden conseguir? Por ejemplo, pintando también el techo y dándole un rollito nórdico. Poniendo alguna piel en esas sillas, un mantel y objetos más cálidos. Y quitando ya, ¡rápido! ese tapizado anticuado.
El dormitorio. Si yo fuera Michelle, también le daría un toque de hygge al dormitorio. Es amplio, tiene luz, ¡y chimenea! Pero le falta calor. ¿Por qué no ponerle velitas, para que Barack y ella sientan la felicidad, el arrumaco, el cosquilleo de volver a estar 'a solas'? Y para la cama, buscaría textiles envolventes, mantas cálidas, ¡si es que ahora pueden hasta escaparse a Noruega a por lo que necesiten!
No dudo, Michelle, si me lees, de que sabrás hacerlo. Sabrás dar tu estilo y personalidad ¡y calor de hogar!, se llame hygge o cómo se llame, a vuestro nuevo hogar. Pero por si buscas consejo, hazme caso. Sé lo que digo.