La leyenda del kintsugi
Según la leyenda, el kintsugi se inició en el siglo XIV, cuando el shōgun Ashikaga Yoshimasa (el shōgun era un gobernante designado por el emperador) envió a China una de sus tazas de té favoritas para que se la restauraran. El método empleado para recuperarla no le satisfizo, ya que se utilizaron grapas metálicas, las cuales, no solo no resultaban estéticas, sino que, además, tampoco cumplían con su función, pues el té se escapaba por las ranuras.
Ante dicho contratiempo, los artesanos japoneses resolvieron el problema juntando las piezas con barniz y polvo de oro, dando de esta forma origen al kintsugi o kintsukuroi.
En los últimos años, especialmente a raíz de los terremotos de Tōhoku (2011) y Kumamoto (2016), el kintsugi está despertando un gran interés en el país nipón, multiplicándose los talleres que lo enseñan. Pareciera como si, después de las pérdidas humanas y materiales, las personas se aferraran a ciertos objetos que —aunque rotos— han sobrevivido a los desastres y tienen un especial significado para ellos.
Es lo que le ocurre a Watanabe, el protagonista de la novela Fractura (de Andrés Neuman), un superviviente de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, y del terremoto previo al accidente nuclear de Fukushima, quien, después de haberlo perdido todo, se consuela mimando su colección de banjos, admirando sus cicatrices.
Del mismo modo, esta tendencia japonesa traspasa las fronteras de Oriente. Prueba de ello es que firmas como Humade comercializan kits de kintsugi para quien desee practicarlo en casa.
¿Cómo hacer kintsugi o kintsukuroi?
Si eres partidario del DIY y quieres practicar esta técnica, solo necesitarás:
- Resina epoxi
- Un palito de madera o un pincel
- Polvos de mica
- Pintura acrílica
Paso a paso para hacer kintsugi
1. Primer paso: junta los objetos, aplícales la mezcla elaborada con la resina, los polvos y la pintura acrílica y espera a que se peguen.
2. Segundo paso: conviene limar la superficie, pues así quedará totalmente homogénea y más agradable al tacto.
Toma nota: el proceso de secado, que puede durar días e incluso semanas, los que entienden el kintsukuroi como una filosofía equiparan este tiempo de espera a la paciencia necesaria para que las heridas emocionales terminen por cerrar.