Cuando los televisores llegaron a nuestras vidas allá por 1956, la obsesión de cualquier familia era tener una en casa. Con el paso del tiempo se convirtió en un electrodoméstico casi tan imprescindible como el frigorífico.
Hoy en día hay una tendencia a la alza de deshacernos de él. Nuestros hábitos han cambiado y nuestra forma de consumir, también. Necesitamos programación a la carta que nos permita ver lo que queremos en nuestro tiempo libre. Ya no nos sirve esperar religiosamente a que llegue la día de emisión del programa que nos gusta, puesto que el poco tiempo que tenemos en las sociedades modernas, lo distribuimos como mejor nos parece.
No se trata de satanizar la televisión, pero la calidad de las emisiones ha bajado considerablemente y las series, que es lo que nos engancha más, las tenemos disponibles en las distintas plataformas. Por otro lado, hay que admitir que "la caja tonta", como le llaman muchos, ha sido acusada de provocar incluso, divorcios.
La mayoría de los que han decidido dejar de ver televisión, se han dado cuenta de lo poco que la echan de menos y a cambio, han obtenido un montón de beneficios:
- Se sienten más creativos y con ganas de hacer cosas diferentes
- Sus relaciones con amigos y familia han mejorado
- Se han lanzado a disfrutar de un hobbie
- Son más productivos
- Se han vuelto más positivos
- Consumen contenido de calidad
- Son menos consumistas
- Han podido combatir su vida sedentaria
Lo cierto es que el consumo desmedido de televisión, provoca distanciamiento en la pareja, con los hijos y faltas graves de comunicación. Nos volvemos apáticos y mucho menos activos.
Plantéate si realmente necesitas un televisor, qué tipo de programas disfrutas viendo y si podrías sustituirlos con otro tipo de soportes. Al final, todo es una cuestión de sentido común.